Hoy están de moda los temas de la integración. Se trata a las personas con alguna dificultad física de forma diferente, se les atiende preferentemente y se busca facilitarle la vida. No puede ser de otra manera. Sin embargo, queramos o no, queda cierto resquemor. ¿Alguien votaría a un discapacitado para ser presidente de gobierno? Seguramente estaría mejor preparado, seguramente será una mente lúcida, pero hoy en día se prejuzga, y nos lleva a decisiones, probablemente, equivocadas. El exceso de información que tenemos nos lleva a ello. Es la sociedad que nos ha tocado vivir.
Pero hubo un tiempo en el que no había televisión. No se sabía quien era el presidente, ni el rey, ni nada que se alejara de lo cotidiano. Al los personajes principales se les conocían en foto en los periódicos y en las monedas y poco más.
Es famosa la historia de Alfonso XII (que merece una entrada en este blog), cuando en un paseo de incógnito por Madrid justo tras llegar al trono, entabló conversación con un sereno y al acabar la conversación Alfonso XII le dijo: “Bueno, soy Alfonso XII, en el Palacio tiene usted su casa”. Y el sereno le respondió: “Pues yo, Pío Nono, en el Vaticano tiene usted su casa”. Evidentemente, el sereno no sabía con quien estaba hablando.
Sin embargo hay un ejemplo de integración que probablemente llegó a ser lo que fue gracias a que aún no existía la televisión de forma masiva. Había algo, pero no era habitual. Hablo de Franklin Delano Roosevelt.
Realmente a todos nos suena el nombre, fue el presidente de los EEUU en la segunda guerra mundial. Nacido en 1882, era un político prometedor, cuando en 1921 contrajo la polio, dejándolo una parálisis parcial que le obligó a ir en silla de ruedas el resto de su vida. Pero aprendió a disimular su enfermedad fijando unas barras de hierro a sus piernas y andar girando el torso. Andaba siempre distancias muy cortas, disimulando el tema, y, si tenía que recorrer algo más, lo hacía con muletas. Se cuidaba de que siempre aparecía en las fotos sentado.
Hay pocas, muy pocas fotografías de Roosevelt en su silla de ruedas, pero la utilizaba en su intimidad, cada vez que tenía que estar lejos de las cámaras.
Consiguió convencer a todo el mundo de que estaba recuperado y consiguió presentarse a la presidencia de los EEUU en 1932, venciendo fácilmente en las elecciones. Desde entonces, hasta su muerte, en 1945 fue presidente, ganando 4 elecciones consecutivas: 1932, 1936, 1940 y 1944, y fue el único presidente que lo ha hecho.
Le toco lidiar una época difícil, cogió un país en plena depresión de después del 29 y estableció toda una política social de incremento del gasto llamada New Deal, muy novedosa y casi improvisada, pero que permitió un cambio social en los EEUU y mejoró, sin duda la igualdad entre los ciudadanos. Impulsó esta igualdad y esa mentalidad de lucha común ha llegado hasta hoy. Es una de las señas de identidad más reconocible de los EEUU.
Pero encima se encontró la Segunda Guerra Mundial en 1939. Apoyó a los aliados, de forma logística, hasta el famoso ataque de Pearl Harbor, donde decidió entrar en la guerra en el Pacifico y ordenó el Desembarco de Normandía en 1944. Vamos, que cogió un país en ruinas, y consiguió levantarlo y no sólo eso, sino que se enfrentó a la guerra más terrible de la historia, dándole un giro y poniéndola a su favor. Y de paso, la aprovechó para levantar económicamente el país.
Pero la historia, caprichosa como es, quiso que falleciera repentinamente en abril de 1945, a penas 20 días antes de que su mayor enemigo, Hitler, se suicidara antes de ser capturado. Esta muerte hizo que no fuera responsable de la mayor matanza de la historia, siendo su sucesor, Harry S. Truman el responsable del lanzamiento de las bombas atómicas.
Un hombre que demostró que una limitación física no impide ser un buen político y un buen gestor. Eso sí, en un tiempo en el que no existía un seguimiento y un control público como el que existe ahora. Quizás el hecho de tener más información no ha vuelto más intolerable. Hoy en día parece imposible aceptar un presidente diferente. Definitivamente, tenemos un mundo diferente. A veces, sabemos demasiado.
..qué gran lección, cuanto se aprende contigo!!!
..qué gran lección, cuanto se aprende contigo!!!
Enhorabuena por lo que escribes y el blog que es estupendo.
Muchas Gracias, Antonio. Un placer.